lunes, 2 de marzo de 2009

Cuentos de Lima

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UN CLARO EN EL CERCO
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Gina

(Nota: clic en cada imagen para verla más grande)

Un viaje desde Gonnet-Argentina hasta Lima-Perú con el persistente recuerdo de una hermosa vecina de ojos verdes - A voyage from Gonnet-Argentina to Lima-Peru with the persistent memory of a beautiful girl of green eyes.

- Decime vos, ¿qué hiciste?
- ¿Qué hice? Y, salí veinte veces, pero ella no volvió.
- No volvió, ¿dónde?
- Mirá, el cerco de ligustro de mi casa tiene un claro, a través del que la encontré esa mañana. La saludé, me dio bola, nos pusimos a conversar. Yo estaba embobado. Porque, no sabés, es una belleza, un encanto, me deslumbra, me derrite, me ... "me", lo que quieras. Qué tonto, sí. Porque no razono más, no armo nada, me desarmo. La miro, me encanta, me deleito, y hablo, y ella habla, pero la estoy mirando, y la sigo mirando, y la miro, y el pelo bailotea sobre su rostro, y ella se lo acomoda, se lo pone para acá y para allá, se lo arregla, y yo la miro, la miro. ¡Qué boludo! Qué hago yo detrás de un alambrado, conversando, diciéndole pavadas a una Diosa, sí, una Diosa que me fascina, que ...
- ¡Bueno, pará! ¡Qué embalado que estás! Quisiste sacarle una foto; ella dijo sí, entró a su casa y no volvió. Se habrá demorado arreglándose; las mujeres, vos sabés. Pero vos, ¿por qué te fuiste?
- Tenía que terminar de cerrar mi valija y salir disparado para Ezeiza.
- ¿A dónde fuiste?
- A Lima, en un vuelo con escala en Santiago de Chile.
- ¡Qué bueno! Y se te habrá pasado el embale, ¡qué suerte!
- No, no, todo lo contrario.
- ¿Todo lo contrario?
- Bueno, sí, con eso de presentarse al mostrador de la compañía, con poco tiempo, que todo está bien, por suerte, y subís hacia las salas de embarque. Cuando estás en esa escalera mecánica, recién allí sentís, yo por lo menos, que todo salió bien, que ya estás viajando.
- ¿Y ...? Dijiste "todo lo contrario".
- Es que, durante todo el trayecto Gonnet-Ezeiza esos ojos, esos labios, me acompañaron, no se desprendieron de mi mente. "Soy un tarado, me decía, por qué no me dejo de embromar con mi vecina, ¿qué me estoy inventando yo? ... Ella, seguramente, es amable, es simpática, así es ella y ¡ya está!". Pero no, esos ojos, esos labios allí estaban, en mis narices.
- La tensión previa a un viaje ... pero, después de esa escalera mecánica volviste a ser una persona normal.
- Sí, claro que sí. Entré al Free Shop, miré todo lo que había, calculé qué podía comprar a la vuelta, vi un par de lindas mujeres, me entretuve, sí; y anunciaron mi vuelo por los parlantes, la cola, la manga, "¿su asiento, señor?, ... sí, por ese pasillo, buen viaje".
- Y te sirvieron una buena cena, te dormiste, Santiago, "estamos aterrizando en el aeropuerto de Santiago de Chile", y listo, che, ¡qué más!
- ¿Qué más? ¡Sí, que hay más!
- ¿Qué?
- ¡La azafata!
- ¿Qué pasó con la azafata?
- ¡Era ella!
- ¿Quién, ella?
- ¡Mi vecina!
- ¡Tu ... No, pará!
- Sí. Mejor dicho, igualita, igualita.
- ¡No me cargués! ¿Qué hiciste?
- ¿Qué? ¿Qué iba a hacer? Me quedé embobado, otra vez idiotizado, no lo podía creer ... "¿Va a cenar, señor? Sí, claro que sí ..." Pero ella, nada, yo era uno más.
- ¿Y, qué esperabas? Una azafata haciendo su trabajo; una azafata sólo transformada por tu imaginación.
- No, no, te juro ..., ¡era ella!
- Bueno, bueno, parecida, igual, pero no ella.
- Está bien, sí ... Cuando terminó la cena, cuando las azafatas se ven más distendidas, ofreciendo bebidas y venta de regalos, tipo "Free Shop", pensé que tenía que inventar algo, algo para hablarle, por lo menos; mirarla a los ojos, escuchar su voz, ver mover sus labios.
- ¿Se te prendió la lamparita?
- Muy tenue. Pasó y le pregunté si la hora en Santiago era igual que en Buenos Aires, mirá que estupidez. Ella fue indulgente; con la mayor simpatía respondió "sí". "¿Cómo es tu nombre?", dije, sin más trámite ... Ella sonrió, más indulgente aún, igual que ella, ella igual a ella, sí ... "Maribel", dijo. Y yo tuve un segundo de cordura, pensé que quizá no se parecía, que quizá yo la estaba inventando ... y ella no supo, por un instante, si dejarme o ... Yo atiné a preguntarle si después de Santiago seguía a Lima. Me dijo que no, que le correspondía otro vuelo, hacia Miami y Nueva York. Entonces, recordé que tengo una amiga por allá: "¿Nueva York? ¿me harías un favor?", le pregunté. Le di mi tarjeta, anotándole un número telefónico: "Es de Long Island, llamás a Pilar, y le decís que le mando saludos" ¡Me miró como al bicho más raro de todos los aviones, de todos sus vuelos! "Sí, sí -le dije- nada más que eso, se alegrará mucho y yo me voy a enterar a los diez minutos en Lima". "Entonces, llámala tú desde Lima, ¿no es más fácil?", respondió como una centella, en su tonito chileno, ¡en el límite de matarse de risa o mandarme al diablo! "No, no -dije yo, azorado- es la sorpresa, lo insólito ... y, por favor, dale tu dirección, ella me la pasará, y yo ..." Allí, el despropósito colmó su medida. Yo la había estado mirando y mirando, todo el tiempo; de alguna manera, era como no dejar que se fuera ... Pero ella sonrió, muy profesionalmente, ahora, y se fue.
- ¿Y vos?
- ¿Y yo? ... Yo no la vi más, bueno, pasé al lado de ella al salir hacia la manga; me saludó como lo hacía con todos los pasajeros, y yo mirándola, ¡qué ojos! ¡qué labios!
- Imagino que terminaron tus delirios.
- Sí, por suerte.
- Menos mal ... ya me esperaba otra azafata.
- No, no ... pero sí.
- ¿Y eso?- Quiero decir ... el tramo Santiago-Lima, cambio de avión mediante, fue normal, sin ninguna vecina a bordo. Me dormí. Sí, me olvidé. ¿Querés creer? Ni bola le di a mi vecina.
- No te creo. Soñaste con ella.
- Bueno, sí, boludeces.
- ¿Cómo "boludeces"?
- ¡Sólo para mayores de dieciocho años!
- Bueno, yo ...
- Sólo sueños, ¡nada que ver!
- ¿Y? ... Creo que dijiste "pero sí"
- Mirá, yo concurrí a la Feria Internacional del Pacífico, en Lima. En la tercera vez, apareció ella ...
- ¿Otra vez? ¡No!
- ¡Si, sí!
- ¡Maribel?
- No ... Se llamaba Gina.
- ¿Gina?
- Claro que sí. Sus padres son italianos, ella es una belleza tipo del norte de la Península, rubia, elegante y sensual.
- Gina.
- No, mi vecina; bueno, Gina también.
- ¿Y? ¿Pasó algo?
- ¡Ni cinco de bola!
- ¡Qué bajón!
- Insistí, fui dos veces más. El último día, el cierre de la Feria, conseguí su teléfono.
- ¿Qué quiere decir "conseguí"?
- Me lo dio una amiga de ella, otra azafata en ese stand, condolida y matándose de la risa.
- ¡Grande, ella! "Confraternidad latinoamericana", digamos.
- La llamé varias veces. Que no estaba, que acababa de salir. Hasta que un día la pesqué. Me invitó a la casa. Llegué de noche. Un barrio residencial muy tranquilo, las casas muy lindas, y siempre los muros en lugar de cercos ...
- ¡Sabés, cuánto pueden interesarme los muros!
- Bueno, conocí a media familia; me sentí "haciendo el novio". Insistí en llevarla a bailar. Aceptó, pero llamó a una prima y su "enamorado". Salimos, bailamos, nos divertimos mucho, resultaron simpatiquísimos, lo pasé bárbaro ... ¡hasta le robé un beso!
- ¿Y, después? ¡Me imagino! ¡No entremos en detalles! ¡O sí, dale, dale!
- No, no, nada más.
- ¡No me digás!
- Te digo, sí ... pero, a esas alturas de mi delirio, me pareció bastante, ¡como tocar el cielo!
- ¿Sí? ¡No tenés cura, hermano!
- ¡Ahora sé cómo besan esos labios!
- "La limeña cuando besa ..."
- "La española", dirás.
- ¡Gina era, es limeña!
- Bueno, sí, no ... ¡los labios de mi vecina!
- Está bien, está bien pero, ¿hace cuánto que volviste?
- Dos días.
- Y bien, ya la habrás visto, ya se lo habrás contado.
- No, aún no.
- Pero lo primero que habrás hecho al regresar habrá sido ir al claro del cerco.
- Sí, sí. Pero no hay nadie del otro lado.
- ¿Cómo?
- Se han ido de vacaciones; por un mes, supongo.
- ¡Flaco! ¡Te vas a consumir en un mes! ¡Qué quedará de vos en tanto tiempo!
- ¡Ni lo pienses!
- ¿Después de todo lo que me contaste?
- Mirá esto.
- ¿Un pasaje?
- ¡Me voy a la playa donde sé que está ella!

Jorge B. Hoyos Ty.
ainda@netverk.com.ar

LOS MUROS



"Guachimanes", cebiches y marineras ... unos días con limeños y limeñas en su ciudad amurallada por dentro - "Guachimanes, cebiches" and "marineras" ... some days with Lima's men and women in their inside wall surrounded city.

- Te veo quemadito y distendido, pero no querés contar ... Bueno. En lugar de quedarte callado, hasta aceptaría que me cuentes de los muros de Lima. El otro día, ¡mirá que mezclar los muros con toda una historia de amor!
- Los muros. Sí ...
- Dale, acepto.
- Hoy por hoy, última década del siglo XX, al caminar por cualquier avenida o calle de Lima, barrios residenciales más aún, encontrás todas las casas, protegidas con muros de 2,50 y 3 metros de altura. Ahora ya no podés saber cómo son las casas, sabés cómo son los muros. Cercos infranqueables a la vista. Casi no se utilizan rejas, algunas hay.
- ¿Feo, no?
- Bien, muros los hay de todo tipo. Pasaron a ser la identificación primera de una vivienda; así que, los hay lindos y feos. De todos modos, la única manera de ver cómo es una casa es desde la vereda de enfrente o, mejor, desde el otro lado de una plaza.
- La ciudad amurallada por dentro.
- Y también hay muros con alambre de púa, arriba, y electrificados, además.
- Parece un disparate. Digo, así, tan generalizado, pero, alguna razón habrá.
- Sí. La guerrilla y los robos. Las explosiones indiscriminadas, los asaltos y los secuestros a lo largo de años, deben haber llevado a esta moda. Situación que recién -1995- tiende a componerse.
- ¿Y los robos?
- Lima es otra Buenos Aires, en el sentido que se traga al país, "Dios está en todas partes pero atiende en Lima". Un país -el interior, digo- esquilmado, demasiada gente sin trabajo, sin horizonte; que va a Lima en oleadas y se establece por todos lados, en "villas miseria" -que les llaman "pueblos jóvenes"- e inundan y arruinan, sin remedio, las calles de la bella y vieja zona céntrica con millares y millares de puestos "ambulantes"; vendiendo frutas, zapatos, comidas, frituras, electrónicos, relojes, camisas, todo lo imaginable ... y un olor que te penetra los huesos, que se prende en tus ropas. Y también la guerrilla en las sierras, como empuje migratorio hacia Lima. Pobreza extrema, hambre: robos.
- ¿Y ya no les ponen bombas, ya no les roban más con los muros?
- ¡Bueno fuera! En la última semana de noviembre del 95, guerrilleros del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA), se metieron en una casa de un barrio residencial, con muro y todo. Introdujeron un arsenal, tomaron a la familia como rehén. Las fuerzas de seguridad los localizaron, comenzaron los disparos, ráfagas de ametralladora y bombazos, de noche y de madrugada. Algunos muertos. Se rindieron; pero luego de negociaciones y parlamentos, ayuda sacerdotal inclusive, para liberación de los rehenes y condiciones de rendición. Fueron saliendo los guerrilleros, uno por uno, chicos y chicas de menos de treinta años, con gestos altaneros, con exclamaciones de no rendición y de triunfo final ... por un Perú libre, y cosas por el estilo. Hasta que salió el "pez gordo", el segundo del MRTA, un hombre muy buscado. Salió, en mangas de camisa, tan tranquilo como si dejara una reunión de negocios; eso sí, gritando: "¡El MRTA no se rinde, carajo!" Y claro, despliegue televisivo total mediante, vos allí sentado en primera fila de tu platea privada, viendo una película de acción, pero de las buenas, de la vida real, ¡qué embromar! Y te podés preguntar: ¿Y para eso sirven los muros? Si cuando quieren entrar, entran donde les da la gana.
- Los guerrilleros, claro está. ¿Pero los ladrones? Hay muchos ladrones sin armas ... cada vez menos, supongo.
- Ni tan poco. Los muros no funcionan solos. Están los "guachimanes". Toda una fuente de trabajo, si querés verle un lado positivo.
- ¿Los "guachi" ... qué?
- Los sajones se meten en todos lados. Ya nadie percibe ni le interesa que es una peruanización de "watch-man". Son los que llamamos nosotros desde "serenos" hasta guardias o policía privada. Los vecinos, por vereda, por cuadra, o por lo que sea, contratan "guachimanes", que están recorriendo las aceras y las puertas -de los muros-. Miran quién entra, quién sale. Parece que son éstos los que consiguieron frenar los robos; ladrones y ladronzuelos que se metían en las casas, a toda hora y todos los días, sin el menor respeto por lo muros.
- Pero los muros, allí están.
- Allí están y estarán. Ya forman parte del paisaje urbano. Ya se adueñaron del paisaje. Y no exagero. Paseas por un barrio residencial del sur de Lima, una belleza de calles limpias, arbolitos, plazas con flores, césped cortadito ... y no ves gente por la calle, entrando o saliendo despreocupadamente de sus casas. No. Están todos detrás de sus muros, de mañana, de tarde, de noche.
- Estaba pensando, cuánto material de construcción dilapidado.
- No son sólo ladrillos. Son puertas de todo tipo, grandotas, grandes y chiquitas, para uno o más autos, para personas. Imaginate la enorme cantidad de viviendas que se podría haber construido con eso. Imaginate, si un día retorna la sensatez y tiran esos muros al diablo; sólo van a servir como escombro: ¡qué picardía!
- ¿Y detrás de los muros?
- La vida continúa, tan a la limeña como siempre. Por suerte. Con rondas de "Pisco Sour", una delicia de pisco, con clara de huevo y limón batidos ... mira, lo único comparable a un Pisco-Sour en Lima debe ser una Caipirinha en Río de Janeiro. Con banquetes de cebiche, adornados con choclos, camote (batata), lechuga, cebolla cortada finita, mucho picante ... y chicha morada. Con "causas" (pastel de papa) matizadas con carnes y ensaladas. Con frutas de todo tipo, ¡ah, las frutas!, la mayoría exóticas para nosotros: mangos, pepinos, chirimoyas, pacaes, mameyes, papayas ... y todas las convencionales; y están, aún, las variedades de plátanos (bananas): de seda, de la isla, de Guayaquil, el "manzano", el que sólo sirve para freír. Y las sandías y los melones. ¡Ah, no sabés! Y el sol se mete por las ventanas. Y la brisa del mar perfuma los rincones. Mar de los barrancos; de las playas de arena y de piedra; de Miraflores, de Magdalena; de las anchovetas y los pelícanos; de las puestas de sol cautivantes, el disco amarillo cambiando de tonos, enrojeciendo, escurriéndose majestuosamente en el horizonte azul; los reflejos dorados mudando por espejos de plata de lunas redondas, coquetas, consejeras de enamorados.
- Me hiciste anochecer ... Estaba pensando que sólo comían, los limeños.
- ¡También bailan, y cómo! Se divierten, les brota la alegría; "jaranean", así dicen ellos. Y se baila de todo, porque también hay profusión de música yanky e inglesa; pero allí están a flor de piel las tradiciones, las vibraciones ancestrales, con los valses, las polcas y los remates de fiesta con marineras y zamacuecas. No te cuento lo que puede ser bailar un vals con una limeña, que quiebra la cintura, y se contonea en una maravilla de plasticidad y seducción. ¿Y una marinera? ¡ah, no! ¡puede ser la delicia total! Aunque vos no hagas nada, medianamente lleves el ritmo y muevas tu pañuelo, ella puede girar, balancearse, zapatear (son pasos muy delicados que les agita todo el cuerpo, con una gracia de temer) frente tuyo, en torno tuyo; ella te mira, te sonríe, se esconde detrás de su pañuelo o lo revolotea en tus narices; y sus ojos te fascinan, te seducen ... Y un tío pulsa una guitarra -allá, todos los amigos de papá son "tíos", de puro cariño-, para cantar "La Flor de la Canela" y "Fina Estampa", como para que vayas entrando en clima "vos argentino". Y te cantan: "Todos vuelven al rincón en que nacieron, al embrujo incomparable de su ser, ... donde, acaso, floreció más de un amor" Y vos lo entendés muy rápido, porque te acordás de "Volver ... con el alma marchita". Y desfilan los temas melodiosos, sentidos. Todos cantan. "Este secreto que tienes conmigo, nadie lo sabrá. Este secreto seguirá escondido, una eternidad." Y vos comprendés, te entra por los ojos, por los oídos, por la piel, sabés que estás en otro país, que podés disfrutar de todo lo genuino de otras gentes; que todo no son los autos Toyota, los videos, la Coca Cola, el wisky, las autopistas, los supermercados o las operaciones bancarias. Estás en otro país, que puede sorprenderte y deleitarte, que te puede encantar y enriquecer con bellos recuerdos.
- Volvamos a los ojos de las limeñas ...
- Maravillas que adornan, que iluminan, que te penetran sin compasión en un baile ... en una marinera. Mezclas de fantasía y estados de ánimo, que van más allá de si son claros u oscuros, verdes turquesa o negros azabache.
- Me estás contagiando, ¡para Lima me voy!
- Y están los ojos que te penetran el alma. Felices nosotros de que estén ellas para mirarnos así. Misterio de maravilla. Pueden ser los ojos de una limeña, una santacruceña, una porto-alegrina, una bogotana, o los ojos de tu vecina ... pero se meten en el fondo de tu corazón, y de allí, no sólo no tenés la menor idea de cómo sacarlos, sino, peor aún, ¡no querés que salgan jamás!
- Bueno, bueno. Ya vamos llegando a las playas. ¿Digo bien? Esas que habrás recorrido, carpa por carpa ... Ya me imagino.
- No, no. Por ahora quedémonos en Lima, con sus muros y sus cebiches.
- ¡Sos porfiado, eh!
- ¡Y con sus marineras!

Jorge B. Hoyos Ty. -----
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